Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios. Salmos 141:3 Un hombre asistio a una reunion en la que el orador invitado hablaba muchisimo. Cuando no pudo soportarlo mas, se levanto y se fue por una puerta lateral. En el pasillo se encontro con un amigo que le pregunto: "¿Ya termino?" "Si - contesto el hombre -, hace mucho que termino, pero el no lo sabe. ¡Simplemente no para!" La idea de ir al grano y decir algo que valga la pena tambien es un buen consejo para nosotros cuando hablamos con los demas todos los dias. Si somos honestos con nosotros mismos debemos admitir que parte de nuestra conversacion no es nada mas que un hablar descuidado. El Señor Jesus advirtio: "Toda palabra vana que hablen los hombres, daran cuenta de ella en el dia del juicio" (Mateo 12:36). haz una pausa un momento y piensa en como es tu conversacion habitual. ¿Cual es el tema de la mayoria de tus conversaciones? ¿Hablas demasiado y no le das oportunidad a los demas para que hablen? ¿Es tu hablar beneficioso para los demas? Y sobre todo, ¿glorifican a Dios tus palabras? Dios te puede dar la capacidad de decir palabras que edifiquen a los demas y no solo llenen el aire. Hoy, que tu oracion sean las palabras de David: "Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios" (Salmo 141:3) Si tu mente se queda en blanco, no te olvides de apagar el sonido. |
viernes, marzo 24, 2006
ALGUNOS HABLAN DE HABLAR
martes, marzo 07, 2006
UN SERMON SILENCIOSO
Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos... -Colosenses 3:16
¿Que tan importante es nuestra comunión en la iglesia local? Permitanme contestar esa pregunta contando una historia.
Un ministro estaba preocupado por la ausencia de un hombre que normalmente asistía a los cultos. Despues de unas cuantas semanas decidió visitarlo. Cuando el pastor llegó a la casa del hombre lo encontró solo, sentado frente a una chimenea. El ministro tomo una silla y se sentó junto a él. Pero después de su saludo inicial no dijo nada más.
Los dos se quedaron sentados en silencio durantes unos minutos mientras el ministro miraba fijamente las llamas de la chimenea. Luego tomó las tenazas y recogió con cuidado una brasa de entre las llamas y la colocó en el costado. Se sentó de nuevo en su silla, todavía en silencio. Su anfitrión observo callada reflexión cómo la brasa titilaba y se apagaba. al poco tiempo estaba fría y muerta.
El ministro echó un vistazo a su reloj y dijo que tenía que irse, pero antes, recogió la brasa fría y la colocó ora vez en el fuego. De inmediato la brasa empezó a brillar de nuevo con luz y calor de las brasas que ardían a su alrededor.
Cuando el ministro se levantó para irse, su anfitrión se puso de pie junto con él y le estrecho la mano. Luego, con una sonrisa dijo: "Gracias por el sermón, pastor. Lo veré en la iglesia el domingo."
"La cálida comunión de la iglesia impide que tu corazón se enfríe"
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